sábado, 25 de septiembre de 2010

ESTÍO EN MADRID

Cae la lluvia en Madrid,
envuelta en música y luz.

Tiovivo de olores,
repiquetea la ciudad
donde, invisible,
me veo
en hojarasca
de sonidos escritos,
en el vaiven farfullante,
donde sueño mis huesos
anudados a un tambor
de calabazas secas,
partidas al sol.

No huyo. Es el estío:
apenas, frases melancólicas
en lechos silvestres.

Es la lluvia mediterránea:
intensa y ocasional,
inunda y asfixia
cuando cae el relámpago.

Entonces,
canto frases ininteligibles
que el amor descifra.

En la fascinación
de abandonos súbitos
y restos de estaciones marinas,
preferidas
en juegos de memorias,
recojo despojos de tormentas.

Desnudo entre verdugos,
incinero el corazón de la noche
y, también, el rumor de espíritus sofocados
en la negra sangre del reloj
pulsando la mano del exilio.

Amante empecinado,
escucho la vehemencia
de rostros que olvidé
en columnas de ráfagas,
frases de arena,
mientras retomo
una lentitud en espejo
que agito,
para despertar terráqueos.

sábado, 18 de septiembre de 2010

MI ÚNICO DELITO

Mi único delito
fue escalar
el dorado abismo
que nos separa,
más allá
de moribundas
ilusiones,
del verbo encarnado
que habita entre nosotros.

Es la vida
cosa brava,
cuando entro
al mar calzado
en tu mirada,
viendo
frondosos valles de mi vejez,
mientras
me palpo el mentón
en retirada acuosa.

Algún día,
cuando pasen muchas noches
y los espejos
no reflejen mis ecos
en una entrada terrenal
de pericardios,
cuando mueva
la frente hacia la espalda
y mis ojos,
carnívoros en celo,
no recuerden
la dura fibra
que los cantos recomiendan,
me tragará el silencio
sin haberlo advertido, y todo,
por exceso de turismo cultural.

Puedo decirte:
mis vísceras
concuerdan
en género y número.

Piedras singulares
buscando hormas
de sustantivos,
deshabitados
en tramos
de doble vía,
donde
chocan
las almas viajeras
y salpican
fresca sombra
estival.

sábado, 11 de septiembre de 2010

HISTORIAS DEL CUERPO

Es indudable que en todas las épocas de la Tierra, existieron filósofos y escritores, artistas en general, ocupados en esclarecer los misterios de su mundo, su cielo y el correspondiente, infierno.
Una de las tareas fundamentales, ha sido desde siempre, buscar en el porvenir, formas inéditas de convivencia y manejo de elementos básicos,capaces de asegurarles la prolongación de la vida.
En dicha investigación, se descubrió que ciertas teorías, ligadas a creencias religiosas, que denominaban "fea" a cualquier exibición del cuerpo humano. acortaban la vida.
Para contrastar una "belleza" superficial con una "fealdad" superficial, no se contrastaba un árbol con un poste o un pajaro con una comadreja, sino más bien las piernas humanas con las tripas. Bien mirada la cuestión, esos "objetos" contrastados eran o podían ser, igualmente hermosos o feos. Sólo por una asociación singular, resultaba más aborrecible el rechazo del cuerpo que el cuerpo mismo.
Valga como ejemplo,la siguiente historia: Sobre las figuras de un hombre y de una mujer, se hicieron las primeras leyes de cierta civilización, en la que decidieron que algunas partes del cuerpo, debían esconderse y otras podían dejarse al descubierto. Se debía ocultar los genitales y se podían mostrar otras partes, como la garganta y tener cuidado, con algunas otras como podían ser, los tobillos, las axilas y sus aledaños. En algunas culturas, la mujer no debía mostrar nada, si acaso los ojos-por necesidades obvias-, y, en una que recuerdo, se las torturaba con la intención de deformar sus pies, para que permanezcan pequeño, según ellos más femeninos.
Era difícil comprender, cómo el énfasis del cuerpo o sus funciones, además de confundir el cuerpo con la carne, podía ser considerado de algún modo, detestable, innecesario y por decir lo peor, indecente.
En realidad, el cuerpo, su apariencia, sus enfermedades y su muerte , son un hecho cierto en todos los seres vivos y tiene sus raíces en la misma tierra que un árbol. La mayor descripción de la terrenidad, se puede encontrar en la poesía, donde se describe al hombre como tierra de la tierra, su cuerpo como parte d ela naturaleza y hecho de palabras, sus cabellos como un matorral salvaje. Así, los pensamientos y los actos, podemos decir que emanan de la metáfora de un cuerpo. De allí proviene el hecho de que la descripción de un pensamiento o de una acción, pueda ser comprendida llevándola al nivel físico. Toda idea, intuitiva o intelectual, puede ser imaginada y traducida en términos del cuerpo, su carne, sangre, nervios, venas, glándulas, órganos, células o sentidos. Se llegó a utilizar la figura de los terremotos, para describir los moviminetos sísmicos del corazón y así a lugares comunes ampliamente difundidos: "Es típico de los físicamente débiles subrayar la fuerza de la vida" (Nietzche); o bien, "Es característico de los aprensivos y cargados de complejos, subrayar lo que la vida tiene de ingenua y sana"(D.H. Lawrence).
Por mi oficio, me interesa aquello que las iluminaciones traen a mis páginas: Todas las monstruosidades violan gestos atroces. Su soledad es la mecánica lírica. Su lasitud erótica, los movimientos del amor. De allí que la moral se evapora en su pasión y en acción. Terribles escalofríos de amores antiguos, luminosos de Hidrógeno y sus senderos son ásperos porque del cuerpo, recordamos sus perfumes que se dispersan en el tiempo de los asesinos.
Quiero decir: el camino es escritura y la escritura es cuerpo y el cuerpo es cuerpos, arboleda. Del mismo modo, el sentido aparece más allá de la escritura, como si fuese el punto de llegada, el fin del camino, un fin que deja de serlo apenas llegamos. Un sentido que se evapora apenas lo enunciamos. El cuerpo se ofrece como una totalidad plenaria igualmente a la vista como intocable; el cuerpo es siempre más allá del cuerpo, al palparlo, se reparte como un texto en posiciones que son sensaciones instantáneas, percepción de un muslo, un lóbulo, un pezón, una uña, un trozo caliente de la ingle, la nuca como el comienzo de un crepúsculo. El cuerpo que abrazamos es un río en metamorfósis, una continua división, un fluir de visiones .
Cuerpo descuartizado cuyos pedazos se esparcen, se diseminan, se congregan en una intensidad de relámpago que se precipita hacia una fijez blanca, negra, blanca fijeza que se anuda en otro negro relámpago blanco.
El cuerpo es el lugar de su propia desaparición, la encrucijada donde la carne vuelve a ser soberana.
Todo cuerpo es lenguaje que en el momento de su plenitud se desvanece. Todo lenguaje al alcanzar la incandescencia se revela como cuerpo ininteligible.
Abolicion del sentido, regreso al cuerpo.

sábado, 4 de septiembre de 2010

CORTEJO ERRANTE

Aquí, incuestionable,
apoyo mi cabeza en la noche
y amo la plenitud inextensa de la página.

Cortejo errante
de largas filiaciones marinas
y hambre de lo eterno.

Desde la magnifica sensualidad
del brillo nómada del mundo,
vuelo en habitaciones selladas,
sobre almohadas de niebla,
en grietas de recuerdos.

Arrimando lo indecible,
endemoniado cielo,
a veces,
al borde célebre de un amor,
encuentro espacios del corazón
y arrojo lastre de dolor.

Alegre, entonces, hasta el tiempo,
más allá de vagos desgarros
persisto en la aproximación de la dicha
y con vivos tambores, invoco tus manos.

Ellas, tan pálidas en la nieve
como al sol tardío,
reverberan
en criaturas ciclópeas
que tocan mi alma,
de lejos.