sábado, 18 de septiembre de 2010

MI ÚNICO DELITO

Mi único delito
fue escalar
el dorado abismo
que nos separa,
más allá
de moribundas
ilusiones,
del verbo encarnado
que habita entre nosotros.

Es la vida
cosa brava,
cuando entro
al mar calzado
en tu mirada,
viendo
frondosos valles de mi vejez,
mientras
me palpo el mentón
en retirada acuosa.

Algún día,
cuando pasen muchas noches
y los espejos
no reflejen mis ecos
en una entrada terrenal
de pericardios,
cuando mueva
la frente hacia la espalda
y mis ojos,
carnívoros en celo,
no recuerden
la dura fibra
que los cantos recomiendan,
me tragará el silencio
sin haberlo advertido, y todo,
por exceso de turismo cultural.

Puedo decirte:
mis vísceras
concuerdan
en género y número.

Piedras singulares
buscando hormas
de sustantivos,
deshabitados
en tramos
de doble vía,
donde
chocan
las almas viajeras
y salpican
fresca sombra
estival.

2 comentarios:

  1. Creo que tus ojos carnívoros en celo han entrado descalzos al mar de mi mirada, y tus versos me han devorado...porque en algún punto de tu sintaxis, pude sentir el choque de las almas,en la frescura de la sombra. Abrazos

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  2. claudia,en esa frescura te veo. Un abrazo

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