viernes, 16 de octubre de 2009

LOS CONJURADOS

Estaba en torno al fuego.

Ser mortal me convocaba
más acá de la palabra
y la plegaria, en general,
conducía al punto de ambicionar,
mi palabra.

La noche traía
ecos del pasado animal,
sonidos guturales
de profundas cavernas
como carpelo,
vacío en ojos y vísceras.

La magia sonora iluminaba los días,
la voz del maestro
era un recuerdo del futuro.

Trapecista del hambre,
por temor a nacer enano
me disfrazaba de idiota
y converso
en leyendas urbanas.

Amante del soliloquio silencioso
y la masturbación ecuménica,
fui salvado
por albatros que indicaban
la dirección del viento
y playas de blanca arena.

Los tiempos
fueron la ilusión de aquel niño,
extraviado en la multitud.

Pedía en mis gritos
un trozo de justicia,
un pedazo de tierra,
una voz
para los sin voz.

Sin habla ni espanto.

Hoy es hoy por hoy.

Un día, reconocido como tal,
es un grado de civilización.

Aquietadas las guerras civiles,
comenzó la guerra santa.

Lejos queda la ciudad de los inmortales,
los ritos habitados por sapos y culebras.
Serpientes del Nilo,
conjuros apócrifos
recordando
lejanas ceremonias:
la adoración del sol.

2 comentarios:

  1. un poema donde el tiempo es un protagonista importante entre otros, que marcan esa evolución, entre conjuros apócrifos y ceremonias...

    un beso.

    ResponderEliminar
  2. Sandra,gracias por tu comentario, porque me hace ver otros ángulos del poema.
    Un beso

    ResponderEliminar