sábado, 14 de febrero de 2009

PSICOANÁLISIS DE LA HISTERIA

Algo a resaltar con Freud, es que demostró al comenzar el siglo 20, que en la histeria no hay espectáculo, no hay tanto que ver ni que dar a ver; algo en lo que las histéricas, no dejaron de sobresalir.
Se trata, en verdad, de la constitución de un sujeto, más allá de que presenten para comenzar, síntomas que en definitiva, deben ser descifrados porque están estructurados como un lenguaje y, en consecuencia, se trata de escucharlos con la oreja adecuada. Debía escuchárselas, porque sus síntomas, estaban construidos como un mensaje cuyo portador ignoraba tanto la autoría como al destinatario.
Dejando de verlo para comenzar a escucharlo, considerando el relato como un producto efecto del trabajo inconsciente, Freud cierra un voyeurismo de cuatro mil años, e inaugura una aproximación rigurosa a la constitución de un sujeto hablante.
Hombre y mujer, la libido es su referencia definitivamente común: hablan aunque no se entiendan.
El modo de tratar la Histeria, es también un indicador de una cultura y un tiempo histórico.
Tratamientos los hubo de todas clases: terapias como un compresor ovárico o más modernamente, estímulos a la autoestima, modificaciones de conducta o cambios de look o bien ahora me acuesto con cualquiera pero no puedo amar a ninguno, o no me como una rosca y no le permito comer a nadie que esté conmigo. De cualquier manera insiste, la histeria siempre retorna.
Es lo que no tiene sitio ni genero, es aparentemente, inclasificable, quiero decir, se discute su existencia, se la cataloga y desclasifica de manuales y legislaciones mundiales de la salud, se las demoniza o bien, se las hace arder en la hoguera de una inquisición cualquiera.
Tal exilio, bien puede leerse como los efectos de una violencia perpetrada en los más íntimo. Allí dónde se constituyen las subjetividades, desde un lugar desde el que nos habla a cada uno, el imposible de la relación sexual.
El síntoma histérico, parece ejemplar y como tal se presenta en la insistencia de un saber no sabido y, de un procesamiento de la subjetividad, afirmado y mantenido a pesar de los posibles desmentidos de las supuestas ciencias de la realidad. Incluso pueden verse actualmente, algunos ejemplos de como usuarios y especialistas sanitarios y parasanitarios, inmersos en el camino que se han trazado, no pueden más que desconocer u olvidar que los síntomas histéricos, tienen valor de metáfora y no solamente representan el escándalo, que viene a perturbar sus procedimientos.
Remitiéndolos como signos de locura, afirman que sólo toleran la amnesia, el exilio de un deseo, cuyas expresiones, por ello no pueden ser entendidas más que como locuras, aunque fueran las suyas propias. La repugnancia a utilizar un lenguaje positivo, responde a la preocupación de evitar el riesgo inherente a su uso, esto es, la constitución de un borde, en relación al cual se trabaja. ¿Los muros del manicomio o de la institución, que corresponda en cada caso, son tan sólidos que desafíen el recuerdo?
¿ O tan frágiles que es necesario evitar explorar sus cimientos?
Si alguien pretende restituirle algo a la histérica, me temo que hará una mueca de desagrado, puesto que restituir es reestablecer, o poner una cosa en su estado anterior o devolver algo a quien lo tenía o volver, al lugar del que se habría salido: es decir a la economía libidinal que produjo la supuesta enfermedad. Es decir, en salud mental, no se trata de recuperar ningún estado, sino de producir nuevas realidades.
También de la histérica se habla, en bares y tabernas y así el lenguaje coloquial,recoge diagnósticos seculares: eso se cura con el matrimonio o no se echó un buen casquete en su vida. Este es un mensaje que se transmite hace siglos, inmutable, a los miembros masculinos de algunas comunidades, respondiendo éstos con una preocupación conmovedora. Responden a ella entendidos y profanos con perseverancia y presución, confiados en el poder curativo del fetiche en el que se autorizan. A veces, hasta puede parecer, que se consigue un cierto orden con esas terapéuticas, pero dejan sin tocar la cuestión, esa interrogación que se abre precisamente en los prejuicios, pero no concluyen allí.
Así, se la puede oír y leer y sin embargo, el maquillaje se desliza desdibujando rostros; violentando la postura y se rasga en la agitación.
El resorte de la realidad cruje y presenta rostros sin máscaras, cuerpos sin forma, una lengua sin voz.

4 comentarios:

  1. Me pareció muy interesante lo de dejar de mirar al paciente histérico en su teatralidad para empezar a escucharlo.
    Un saludo y gracias por el post

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  2. Alejandra Menassa: gracias por escuchar,porque la memoria rescata rostros, lugares,fechas, nombres, esquinas donde nos espera la imprevista aventura en la punta del día:voces que hablan con uno en la letra.

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  3. Gracias por compartir tus escritos.
    Eres Lacaniano?

    Saludos.
    Sill

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  4. Sill Scaroni: gracias por leer mi escrito. Soy Psicoanalista y mi formación se sostiene en la lectura continua y productiva de Freud, Lacan y Menassa.
    Saludos

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