Vendrán luego otros hechos,
en una lejana hoja
de domingo en Madrid.
Los encontraré en tus ojos,
inmensos en las sienes,
temblorosos, abiertos
sobre la tierra roja.
Bailaremos
en crepúsculos
del color de los ríos,
crecidos en otoño.
Nada conservo
de los despojos,
perdidas alas de papel,
ésas que cosia madre
a mis espaldas,
zurcidora
de vuelos imposibles.
Anduve en los caminos
sin darme cuenta
de que eran estos pies desnudos,
los que me llevaban,
y me harté de los paisajes
sin mirar si entraban por mis ojos
o los llevaba conmigo.
Después, alimenté luceros,
sin reparar
en que fui un desaparecido:
ausente juntador de absurdos.
Ahora
despliego este soplo,
transformado en viento.
sábado, 25 de diciembre de 2010
sábado, 18 de diciembre de 2010
EXILIADA DE TU AMOR
Si miras
en el pedernal
de mi amante sintética
y su pasión inclasificable,
desde mi medio
corazón impasible,
te digo:
encontrarás
una falsa moneda
juramentada
desde la niñez,
desafíos suntuosos
que no pensé
pronunciar
jamás
en tu presencia.
Indaga
en tus entresijos,
atraídos
por guiños al diario capricho,
sonriente bajo mi martillo,
mientras golpeo frases
y olvido la mano muerta,
guiando
el paso
en caídas nocturnas,
nombrando la osada
pequeña belleza.
Allí
donde mi fe
huye sin concretar
tu entrega
en madrugadas
abiertas
como el aire
en retorcidos animales,
detengo tu mirada.
Y, una vez más,
te entretienes
exiliada de tu amor,
empaquetando
cultos vacíos.
Bajo campanas de piedra,
tumbado sobre arena,
las teclas que susurran
llamas de color,
graves y festivas,
recuerdan
silencios lunares
en la galaxia
donde me encuentras.
en el pedernal
de mi amante sintética
y su pasión inclasificable,
desde mi medio
corazón impasible,
te digo:
encontrarás
una falsa moneda
juramentada
desde la niñez,
desafíos suntuosos
que no pensé
pronunciar
jamás
en tu presencia.
Indaga
en tus entresijos,
atraídos
por guiños al diario capricho,
sonriente bajo mi martillo,
mientras golpeo frases
y olvido la mano muerta,
guiando
el paso
en caídas nocturnas,
nombrando la osada
pequeña belleza.
Allí
donde mi fe
huye sin concretar
tu entrega
en madrugadas
abiertas
como el aire
en retorcidos animales,
detengo tu mirada.
Y, una vez más,
te entretienes
exiliada de tu amor,
empaquetando
cultos vacíos.
Bajo campanas de piedra,
tumbado sobre arena,
las teclas que susurran
llamas de color,
graves y festivas,
recuerdan
silencios lunares
en la galaxia
donde me encuentras.
domingo, 12 de diciembre de 2010
ESDRÚJULAS APERTURAS
El poder de la pasión,
crepúsculo ejecutor
de futuros amores,
multiplica el mundo
como acto generativo,
debajo de la piel.
En esa algarabía,
tengo una boca despareja
que parecen dos:
una, la imponderable,
arrastra entrañas de mi voz,
cambiando infortunios
en anhelos.
La otra, casi arbitraria,
mide resonancias,
exequias y piedras.
Al comenzar
a deletrear arrebatos
al borde de mi cuerpo,
las junturas del alma
se adhieren a pequeñas citas,
bajo arcos de letras
y, allí, agoto modestas variaciones
hasta que la noche
introduce
esdrújulas aperturas.
crepúsculo ejecutor
de futuros amores,
multiplica el mundo
como acto generativo,
debajo de la piel.
En esa algarabía,
tengo una boca despareja
que parecen dos:
una, la imponderable,
arrastra entrañas de mi voz,
cambiando infortunios
en anhelos.
La otra, casi arbitraria,
mide resonancias,
exequias y piedras.
Al comenzar
a deletrear arrebatos
al borde de mi cuerpo,
las junturas del alma
se adhieren a pequeñas citas,
bajo arcos de letras
y, allí, agoto modestas variaciones
hasta que la noche
introduce
esdrújulas aperturas.
sábado, 4 de diciembre de 2010
MANOS FORASTERAS
A veces, pienso cómo sería
que mis manos supieran divagar
por la calle veteada de dioses legibles,
sin novedad entre los arcos
del margen, en el espejo
donde traspaso mi propia frente
hasta perder el eco del alma
en recintos secretos.
Recuerdo
tu sexo, simplificado
ante carambolas recientes
y estruendos sonoros,
evocando aquel rincón
donde dormimos,
tantas noches
en diametrales abracadabras.
En el mundo de la salud perfecta,
se reirían de la perspectiva
que padezco y encontrarían
en el mismo abismo
una queja bordando síncopes,
arrancados de fronteras excesivas,
cuando el amor y la carne
inauguran la discordia
de una conversación.
¿Quién me preguntó por mi palabra?
Por el sentido
instantáneo de lo eterno,
lo mutable, en el encuentro
de la despedida temporal.
Cavilando en el esfuerzo,
el torrente que adivino
ofrece un lugar a la existencia,
envuelta en clave de gesta,
premonición planetaria.
Todo está alegre
menos tu alegría
y mi incertidumbre
cojeando debajo del aliento.
Ignoro
lo que será de tí
si enfermas,
y no puedas sanar
con un beso.
Cuando te mire
y no pueda curarte con los ojos.
Y, cuando los cirujanos
te ausculten horas enteras,
hasta que sus manos
cesen los movimientos pautados
y comiencen a jugar, a tientas,
rozando tu piel,
sus parpados científicos vibrarán,
precisamente, en largos diagnósticos.
Dosis exactas,
rigurosos análisis,
pizzaras tristes cruzarán miradas,
como si más irreparable
fuese morir de un modo u otro.
O, tal vez,
civilizadamente.
¿Porqué no
morir
del paso
de los hombres,
desapareciendo?
que mis manos supieran divagar
por la calle veteada de dioses legibles,
sin novedad entre los arcos
del margen, en el espejo
donde traspaso mi propia frente
hasta perder el eco del alma
en recintos secretos.
Recuerdo
tu sexo, simplificado
ante carambolas recientes
y estruendos sonoros,
evocando aquel rincón
donde dormimos,
tantas noches
en diametrales abracadabras.
En el mundo de la salud perfecta,
se reirían de la perspectiva
que padezco y encontrarían
en el mismo abismo
una queja bordando síncopes,
arrancados de fronteras excesivas,
cuando el amor y la carne
inauguran la discordia
de una conversación.
¿Quién me preguntó por mi palabra?
Por el sentido
instantáneo de lo eterno,
lo mutable, en el encuentro
de la despedida temporal.
Cavilando en el esfuerzo,
el torrente que adivino
ofrece un lugar a la existencia,
envuelta en clave de gesta,
premonición planetaria.
Todo está alegre
menos tu alegría
y mi incertidumbre
cojeando debajo del aliento.
Ignoro
lo que será de tí
si enfermas,
y no puedas sanar
con un beso.
Cuando te mire
y no pueda curarte con los ojos.
Y, cuando los cirujanos
te ausculten horas enteras,
hasta que sus manos
cesen los movimientos pautados
y comiencen a jugar, a tientas,
rozando tu piel,
sus parpados científicos vibrarán,
precisamente, en largos diagnósticos.
Dosis exactas,
rigurosos análisis,
pizzaras tristes cruzarán miradas,
como si más irreparable
fuese morir de un modo u otro.
O, tal vez,
civilizadamente.
¿Porqué no
morir
del paso
de los hombres,
desapareciendo?
Etiquetas:
Amor,
analisis,
enfermedades,
manos,
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