Entre el roce de mi piel
y la caoba silenciosa,
encuentro hojas
mirándome, atónitas,
desde un cistal,
voces interminables.
He visto
el don de nombrar
flores luminosas
en las íntimas
tierras de Castilla.
Perpetuos,
fértiles desencuentros,
en fábulas y mutaciones
de la luna, que no cicatrizan
en presencia de un poema entero,
en mitad de un pueblo,
del campo y mi barrio.
Las fronteras del sur
conviven en vocales
más veloces que consonantes,
esbeltas y ligeras,
cosmogonías cotidianas.
Orígenes perdidos
aplacan plegarias en laberintos
y el ansia
de generaciones y hermandades,
arrastra por calles de España
la buena voluntad
de dar sombra
a misterios
de muertes inalcanzables.
Enlaces numéricos
me sumergen
en crepúsculos sin épocas,
oscuros canjes.
Quiero decirte:
tal vez hubo error en la grafía
o en la articulación
del sacro nombre,
pero recuerda:
es necesaria la poesía
para que la efigie
que hace tu hombre,
aprenda a hablar.
las cosmogonías cotidianas, encontrarán un día los orígenes y tal vez se corrijan todos los errores. La poesía convoca a esa corrección. Besos Jaime
ResponderEliminarclaudia, los errores también son una guía en el camino.
ResponderEliminarbesos, amiga