Tu frase: te amo
resuena en mis oidos.
Calmaba tu sed
en el tiempo que te peinabas
en el espejo de mis ojos. Imantados.
Te encuentro en los nombres,
porcelana empapada en origen
y hojas secas.
Espeso matiz.
Ahora no calles.
Habla sin dejar de desvestirte.
Desviaré el hechizo.
He resuelto no esperar que el piso de zafiro y promesas
se diluya en los pliegues de tu piel.
Recuerdas
nuestra mirada temblorosa entre la multitud.
Todo era posible en una nueva edad.
Ya sabes,
vengo de otros siglos
y es bueno
que los milenios se junten.
Te amo, te amo.
Pupilas celestes devoran al minotauro.
No tengo piedad.
Formas parte de mi fuerza y mi belleza
no retrocedas.
Entre hombres y mujeres
entrega tu compostura.
Y no esperes paz
porque las historias
no terminan.
un final perfecto, para un poema que relata una historia sin fin.
ResponderEliminarte dejo un beso.
Sandra, gracias por tu certero comentario.
ResponderEliminarUn beso
Psicólogo y poeta... mmmmmm... ¡Muy interesante!
ResponderEliminarFelicitaciones por tu blog.
Marta Alicia, bienvenida.
ResponderEliminarUn saludo cordial