Conocí la sed
antes que mi garganta.
Y una sinuosa piel
me adormecía,
a la deriva de aventuras
en mareas que nunca
tocaban tierra.
En el principio,
era una sonrisa
filtrada en la niebla
girando en caracteres
de nubes y signos,
atmósferas de sílabas
en mares de tinta,
secretos
que impregnan mi cuerpo.
En esos días,
entre bastidores,
me vestía
buscando
puntos de apoyo,
para que gire
el calendario,
y se esfumen
perdiéndose de vista
los acuíferos flancos
de mi risa,
hasta emanciparme
centrífuga el alma.
Voces y lenguas
pasaban de costado
y temblaba,
al dar
un nuevo paso,
derribando
los últimos muros,
cortando la hierba
que crecía en mis pupilas.
No sabía
que era tu nombre,
sonando
como sensual alternativa
a las ceremonias del vivir.
Paisajes
en noches fosforescentes
dentro del iris
de ojos desconocidos
que me dicen:
no eres tú el que habla,
es luz sin mirada,
inminencia
dirigida a nadie.
imágenes oníricas para un gran poema en "noches fosforescentes dentro del iris de ojos desconocidos". Un paisaje de sueño perfecto,cuando las voces tiemblan en la ignorancia del nombre. Un abrazo amigo
ResponderEliminarClaudia, la poesía puede hacernos cambiar hasta los sueños si nos atrevemos a temblar en la ignorancia, como dices.
ResponderEliminarUn abrazo.