Sentado en cubierta, con las piernas cruzadas en dirección a la Meca, despliego ágiles velas cantando letras desconocidas de paz, anunciando fuertes vientos en la ciudad impaciente.
Despertando en mi cuerpo, investigué en las historias de mis sueños, las residencias de dioses menores, aquellos que se aplacan fácilmente en las pequeñas batallas del amor y el trabajo, por territorios de emociones silenciosas, resplandecientes que no habían acontecido.
Un olor a incienso venía desde las ventanas, como aires de quemadas adormideras y se oía el eco de campanas, recordando horas distantes, aquí a nuestro lado. Entre breves días y noches infinitas,me pregunto: ¿Porqué tanta gente está dormida en esta callada ciudad? Tal vez no deben hacerse preguntas en las casas, porque pueden despertarse las gentes. Y, si eso sucede quizá mueran los dioses y no vuelvan a soñar.
Recuerdo bocas ensortijadas, arrastrando recelos irreductibles y las estrategias del avestruz, en pleno asfalto.
Nadie puede custionar postreras plumas y manos vengativas, cuando sobre hombres y mujeres, el sol envía sopores lejanos. La ciudad venera a dioses a quienes el tiempo no ha matado, aun.
En mis sueños, cada vez más vívidos y detallados, en la ciudad se adoraba a cualquier dios capaz de escuchar las cien esquinas de la suerte, y si no quedaba constancia, no habría sucedido.
Interrogué casos similares al mío. En sus sueños, algo se repetía: se trataba de una persona de cierto nivel intelectual, que se veía dominada por una segunda naturaleza que, le obligaba a llevar durante un período más o menos prolongado, una existencia absolutamente extraña, caracterizada al principio por una torpeza verbal y motora y más tarde, por la adquisición masiva de conocimientos científicos, históricos, artísticos y psíquicos.
Este aprendisaje se llevaba a cabo con un entusiasmo febril y denotaba una prodigiosa capacidad de asimilación. Luego el sujeto en cuestión, se trasladaba a su nueva personalidad, que en lo sucesivo se veía asaltada por sueños difusos, indeterminados en los que latían recuerdos fragmentarios.
Pude observar también, otros casos en los que se trataba, en general de personas de inteligencia superflua, algunas tan primarias que era difícil considerarlas como poseídas por las artes o las ciencias. Cuando rezaban, sólo lo hacían junto a hombres o mujeres de credos diferentes, para que ningún dios pudiera oir la plegaria de dos personas al mismo tiempo. Tan pronto como uno acababa de orar, venía otro de la misma fe y ocupaba su puesto. Durante un instante, se veían inflamados por una fuerza ajena, pero al tiempo-poco o mucho-volvían a su estado natural, quedándoles apenas algún recuerdo deformado, de supuestos horrores inhumanos.
Muy bueno e interesante tema.
ResponderEliminarSaludos
Cual musulmàn cada mañana miras en direcciòn a La Meca.....buscas tal vez en la oraciòn sueños, emociones silenciosas....preguntas...algunas sin respuesta....y tanto y tan solo eso....
ResponderEliminarUn beso Jaime para este domingo, nos seguimos leyendo!!!!
"Tal vez no deben hacerse preguntas en las casas, porque pueden despertarse las gentes"
ResponderEliminarQue interesante cuántas cosas pueden acontecer si se comienza a preguntar un día cualquiera al despertar ,una simple pregunta avanza, quien sabe todo lo que puede acontecer ,en el mientras tanto la ciudad duerme .
Me gustó mucho un beso
Medianoche: gracias por tu visita y tu interés. Un saludo
ResponderEliminarGracias, ESENCIA DE MUJER, por tu visita y hacerme la pregunta.Es posible, que cada día en los sueños busque frases, que me lleven a otras frases y, tal vez, ésa sea La Meca. Besos y sí, nos seguimos leyendo.
ResponderEliminarSos un encanto, Verónica, y, sí supongo que una pregunta te puede cambiar la vida y, sobre todo si alguien te escucha o te lee. Besos
ResponderEliminar¿Porque hay tanta gente dormida en cualquier ciudad? ¿será quizás que faltan las preguntas?
ResponderEliminar¿que creemos saber más y olvidamos como preguntar?. Me encantó tu texto. brillante y profundo a la vez.
un abrazo
juank
Gracias por pasarte por estas páginas, juank.
ResponderEliminarA veces, faltan preguntas, es cierto y lo que se puede saber, no se tiene, se puede navegar.
Un abrazo
tal vez tenemos los ojos cerrados, y no despertamos, nos hacemos muchas preguntas, pero a veces no tienen respuesta y otras veces, preferimos no preguntar no saber....solo vivir sin más...
ResponderEliminarEs genial tu escrito.
un abrazo
Hay que atreverse con uno mismo, me parece, vangelisa-almasperdidas, para que podamos llamar vivir a lo que hacemos.
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
Un abrazo